sábado, 30 de marzo de 2024

El vínculo afectivo no reconoce derechos ni deberes

El vínculo afectivo que surge entre dos personas reconoce que los dos son dueños de su cuerpo, su dinero, su tiempo, su vida, y por lo tanto nada de lo que el otro hace es percibido como maldito, para no empezar a luchar para transformarlo, simplemente lo convierte en bendito, como sucede de forma espontánea y natural durante el periodo de enamoramiento o cuando se está forjando una nueva amistad.

Cuando uno de los dos  empieza a reprochar al otro los deberes que no cumple y los derechos que el mismo no puede ejercer, el vínculo afectivo ya se ha transformado en un contrato mercantil puro y duro, en nombre del compromiso de la amistad o la pareja.



Para que el vínculo afectivo no se transforme en un contrato mercantil, puro y duro, y recordando que siempre seremos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestro silencios, es necesario entender que sólo le comunicaremos al otro sus bendiciones como hacíamos al principio, porque si hay algo que nos parece maldito es por la percepción que estamos haciendo y si desplegamos la creatividad descubriremos que todo lo que no nos gusta del otro nos conviene, para transformar la percepción que nos permita transformar en bendito lo que hemos percibido como maldito por la percepción transmitida, y una vez transformado en bendito ya podremos hablarle al otro de dicha bendición y de la gratitud que sentimos a su comportamiento que en un principio percibimos como maldito.


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