Los niños necesitan experimentar el riesgo para desarrollar sus instintos, acompañados por sus padres, por si en algún momento los necesitan o por ellos mismos detectan una peligrosidad excesiva. También necesitan más tiempo con sus padres para conversar, escuchando sus preguntas y facilitando que descubran sus propias respuestas, para que puedan ir desarrollando la autonomía y el espíritu crítico que les proteja de ser captados por tantos movimientos sectarios de todo tipo que hay por las redes sociales, a las que antes o después van a tener acceso.
Si los padres exigen que sus hijos reconozcan en ellos autoridad sólo conseguirán que les obedezcan o que se rebelen, pero no desarrollarán el espíritu crítico que les facilite detectar los peligros con facilidad y elaborar sus propias respuestas.
La terapia educativa-experiencial de
escucha te facilita que mientras vas conversando con Manuela y con
su acompañamiento, vayas descubriendo en
tu historia cuánto tiempo hubieras querido pasar con tus padres para conversar
y compartir experiencias, que es lo
único que queda en el recuerdo para siempre, y qué poco valor le dabas a lo que
te compraban o a las experiencias que sólo pagaron, porque estuvieron
atendiendo a otras personas o al móvil o
a sus propios intereses, pero no a ti.