Cuando ya no hay
posibilidad de amar en presencia a un ser querido con el que tuvimos
dificultades porque ha fallecido, tú cerebro desactiva todas las alarmas que
creó para protegerte de lo que percibías como malo para ti, de esa persona.
Este proceso
transformador, al que llamamos duelo, que lleva a pasar de amar en la presencia
a amar en la ausencia, tiene lugar de forma espontánea en el cerebro y nos da
la oportunidad de transformar la percepción que tenemos grabada en la memoria
de sus comportamientos, en otra que nos devuelva la paz, sintiendo la gratitud
por lo que nos aportó.