Cuando entré en la habitación una luz cegadora me deslumbró y no podía ver nada, sólo sentí que un ave volaba sobre mi cabeza a mucha velocidad por el ruido infernal que emitía con sus alas, temblando de miedo regresé a la cocina y empecé a comerme el bocadillo de jamón que me había preparado para cenar. Empecé a comérmelo a mordiscos pequeñitos, masticaba lentamente porque reconozco que con el susto que me llevé se me quitaron las ganas de comer, pero lo intenté y poco a poco me lo fui comiendo mientras me daba cuenta de que el tiempo corre tan rápido que no me enteró de lo que sucede en cada momento, hasta comer lo hago rápidamente pensé, sin tan siquiera paladear lo que me estoy comiendo, es como si todo lo que hago en mi vida fuera un trámite para llegar no sé a dónde. Gracias al susto que me llevé pude comerme el bocadillo de jamón despacito mientras sentía que la vida me pasaba por encima, como si fuera un tsunami, que me trituraba convirtiéndome en nada. Si, así me sentía por la forma que tenía de vivir, triturada por la vida y no me había dado cuenta. Fue a partir de ese momento cuando resurgí de la nada, para empezar a vivir dándome cuenta de lo que pasa en cada momento, porque ya no tengo prisa, ya la vida no me pasa por encima, ahora voy subida en ella como si fuera un barco dirigido por mis instintos y mi intuición en los que confío plenamente.
17-11-2022 Manuela Álvaro Alonso