miércoles, 17 de abril de 2013

MI FIEL ALIADO EL MIEDO


Cada vez que nos enfrentamos a una situación nueva o peligrosa, los seres humanos sentimos miedo, y esté nos acompañará hasta que ganemos la confianza necesaria para  normalizar en nuestro cerebro la situación que se presentó como nueva o peligrosa.

Aprendimos que el miedo era algo que había que superar, y atrevernos a llevar a cabo experiencias nuevas o peligrosas; excepto el que produce el enamoramiento, conocido como “mariposas en la barriga”, que no sólo no teníamos que superarlo, sino que había que disfrutarlo como algo maravilloso, y desear que no desapareciera nunca.

Cuando el miedo no cumple su función de poner en marcha nuestro potencial creativo y todas nuestras capacidades y nos inmoviliza, se debe a qué no está en equilibrio con la confianza. Éste es el miedo paralizante, que podemos disminuir  buscando en nuestra historia episodios que refuercen la confianza, hasta lograr el equilibrio necesario entre ambos para que se pongan en marcha todos nuestros recursos. Igualmente, cuando existen grandes dosis de confianza y pequeñas dosis de miedo, existe también un desequilibrio que lleva a comportamientos temerarios, porque  la ausencia de miedo inhibe el instinto de protección.

Reconociendo que todos fuimos adiestrados con amenazas para inmovilizarnos cuando éramos niños indefensos, cada vez que de adultos sentimos una amenaza ante una situación  que la vida nos pone delante y que  percibimos como peligrosa, en vez de inmovilizarnos como aprendimos, o exigirnos enfrentarlo y rebasarlo por la fuerza, podemos acompañar al niño asustado que está dentro de nosotros a vivir esa situación, protegido por el miedo para comprobar los peligros reales y superarlos.

En conclusión, ante cualquier situación  nueva, inesperada o peligrosa, nuestro infinito potencial creativo de afrontamiento se pondrá en marcha, siempre que la confianza esté en equilibrio con el miedo, coexistiendo el suficiente miedo que nos proteja y la suficiente confianza que nos impulse. En situaciones de emergencia, como no da tiempo a pensar, instintivamente se despliega dicho potencial de la forma más eficaz posible.