Las investigaciones sobre
neuroeducación demuestran que para activar el deseo de pensar y que se construya un aprendizaje es necesario
encender previamente una emoción, y para ello es fundamental despertar la curiosidad
del estudiante. Hay que comenzar la clase con un elemento provocador, algo que
resulte chocante. Aquello que nos extraña, que no nos resulta monótono. Ahí se
abre la ventana de la atención, imprescindible para aprender.
En la pedagogía tradicional el
esfuerzo está asociado al dolor, al malestar, y a la idea de que adquirir
conocimiento tiene que ver con la ansiedad, el miedo o la evaluación. En
cambio, la neuroeducación busca generar placer y de esa forma conseguir que el
esfuerzo y la constancia aparezcan de forma automática.
En el caso de un examen de un tema
que no me interesa y con el que no he logrado establecer una conexión personal,
los circuitos construidos me permitirán aprobar, pero no aprender. La
información desaparecerá de forma automática nada más acabar la prueba. La
clave para que el aprendizaje sea significativo, es que tanto la información
como el proceso de enseñanza sean relevantes para el estudiante y se repitan.
El placer es el sentimiento que va
unido a la emoción positiva, por lo que hay que recuperarlo en educación. Sin
placer, no hay motivación y sin motivación no hay posibilidad de construir
aprendizajes, sólo memorizar.
El cerebro humano sólo puede prestar atención
a lo que no es habitual. Una situación nueva que no sabes cómo resolver te
atrae. Atención, emoción y aprendizaje. Ese es el orden según la neuroeducación.
Una vez captada la atención de los alumnos, las dinámicas de aprendizaje
cambian.
La escuela a través de la
memorización, no promueve que se construyan aprendizajes porque no invita a
pensar sólo a acumular conocimientos en el mejor de los casos. Y en el peor a
sentir el fracaso de no ser capaz de memorizar para aprobar.
Las personas llegan a la edad adulta
y no saben pensar por sí misma, se han dedicado a reproducir o a obedecer lo que dicen otros. Ya es necesario que la
escuela abandone la metodología cerrada basada en certezas, creando una nueva
basada en despertar la curiosidad para activar procesos de investigación y
descubrimientos que desarrolle la capacidad de investigar y analizar por uno
mismo. Cuestionar lo que se da como cierto comprobándolo con la propia
experiencia.
El nuevo escenario laboral, en el que
el número de máquinas no deja de
aumentar, requerirá personas con un gran desarrollo de su creatividad, para poder llevar a cabo tareas que nunca
podrá ejecutar una máquina, por mucho que avance la tecnología.