domingo, 26 de octubre de 2014

SOLO LA ATENCIÓN SANA PUEDE IR TRANSFORMANDO LAS CONDUCTAS REPTILIANAS EN HUMANAS

Vivimos en una sociedad acelerada y estresada. Queremos lograr todo ya, de forma inmediata, y sin esfuerzo por nuestra parte. Así, compramos cremas que prometen hacernos adelgazar mientras dormimos. Vemos la televisión enchufados a unos electrodos que estimulan nuestros músculos y nos evitan ir al gimnasio. O, incluso, con ayuda de parches o chicles, y sin pasar por una terapia contra la adicción, dejamos de fumar.
Desde pequeños, nos inculcan que lo rápido es mejor y nos lo hemos creído. No necesitamos profundizar en nuestros problemas, y, para no enfrentarnos a su origen, buscamos las soluciones inmediatas y mágicas que nos venden los medios.
En este contexto, donde lo que prima es el “ya” y el “ahora”, no es de extrañar que triunfen todas las  terapias que prometen una rápida solución a los problemas de conducta de los niños y adolescentes y además, sin exigir un gran esfuerzo por nuestra parte. Se utilizan los refuerzos y los castigos para provocar cambios relativamente rápidos en el individuo, pero con escasa consistencia a medio o largo plazo. Al no trabajar en la verdadera raíz del problema, lo único que logran estas técnicas es poner un parche temporal en la herida emocional, pero ésta, antes o después se reabre (por el mismo sitio o por otro) y el resultado final es que la persona sigue sufriendo.
 Pretender que los niños obedezcan y sigan ciegamente todo lo que los adultos planificamos para ellos, denota un absoluto desconocimiento de cual es el objetivo de la educación: promover la experimentación acompañando siempre al educando para que pueda descubrir los aprendizajes a través de sus propias experiencias, desarrollando así la autonomía y la responsabilidad. Las consecuencias de aplicar premios y castigos, a medio y largo plazo, son muy variadas y nada beneficiosas para la salud mental del individuo. Los niños que son forzados a reprimir sus emociones y cuyas opiniones no son tenidas en cuenta, aprenden que el respeto se impone por la fuerza y que existe una jerarquía de dominio y órdenes a la que deben someterse “por su propio bien”, porque, el de arriba, el que manda, conoce, incluso mejor que ellos, sus necesidades. Además, estos niños, carecerán de la empatía necesaria para una convivencia pacífica. A la larga, se convertirán en adultos sumisos, obedientes y poco propensos a expresar disconformidad con la autoridad (tal y como se les enseñó de pequeños), pero también serán incapaces de conectar emocionalmente con los demás y abusarán del más débil siempre que tengan ocasión.
 El uso de los premios y los castigos es muy similar en todas partes, cumple unas normas muy estrictas y apenas se permite variación. No es la terapia la que se adapta a la persona (como debería suceder), sino que se busca someter y adaptar la persona a la terapia. 
Desde hace algunos años, en televisión proliferan todo tipo de programas en los que se recurre a las técnicas de modificación de conducta para ayudar a los padres a reconducir a sus hijos problemáticos. En una lucha encarnizada por la audiencia, las cadenas buscan métodos efectivos para ofrecer resultados vistosos, fáciles e inmediatos. No olvidemos que los telespectadores, los que ven su publicidad, son los adultos, no los niños. El objetivo de los grandes magnates televisivos es agradar y mantener contentos a los padres, sin importarles la forma de lograrlo. La audiencia, el dinero y el poder mandan y el ser cómplices de maltrato infantil, incluso la ONU ha denunciado los efectos perniciosos de Supernnany..
. En apenas 45 minutos, vemos como Supernanny o Hermano Mayor reconducen al rebelde y dislocado niño o adolescente, y lo convierten en una personita educada y obediente. Además, todo este “milagro” sucede sin profundizar lo más mínimo en las enrevesadas dinámicas familiares. Así, de esta breve y sencilla forma, los padres quedan satisfechos porque consiguen su objetivo de encauzar al niño sin tener que molestarse en revisar sus estilos de crianza y, por supuesto, sin asumir ninguna responsabilidad por el problema. Los  pobres e inocentes padres quedan salvados de sus “malvados” hijos.
La piedra angular de nuestra sociedad está basada en el sometimiento a un ritmo de vida acelerado, donde la prisa, la productividad y los resultados tienen que ser inmediatos. El aquí y el ahora es lo único que vale. Esto, nos ha llevado a ser la sociedad más tecnológicamente desarrollada del planeta, pero también, la que sufre más enfermedades provocadas por el estrés. Los trastornos de ansiedad, las depresiones, el insomnio e, incluso, los suicidios han alcanzado niveles preocupantes.
 Todos tratamos de repetir lo que nos proporciona placer y evitamos lo que nos hace daño o nos molesta; estos son principios universales que funcionan con todos los animales y, obviamente, también con los seres humanos. Pero no es humano recurrir a los premios y castigos para imponer conductas que les viene bien a los padres. Toda terapia que promulgue el control y la obediencia ciega  lleva implícita una idea de superioridad, donde el terapeuta adopta el rol del Dios que conoce todo lo que le sucede al paciente y tiene la llave mágica para solucionar su problema. 
La TERAPIA EDUCATIVA-EXPERIENCIAL DE ESCUCHA  que yo ofrezco es una terapia respetuosa con el ser humano, que valora todas las potencialidades de la persona y facilita que pueda  sacarlas a la luz. Siempre le comento a mis pacientes que yo no sé lo que les pasa, ni les voy a decir jamás lo que deben hacer;  porque cada día compruebo dentro y fuera de mí que solo hacemos lo que necesitamos hacer en cada momento. Ellos tienen toda la información, ellos conocen todo lo que les ha sucedido y lo que les sigue afectando en su vida presente. Lo único que hago es escucharles y acompañarles respetuosamente en el proceso de autodescubrimiento, aportando conocimientos nuevos  para que puedan ser ellos mismos los que descubran la percepción tóxica  de su historia, el sentido de todo lo vivido y les sea posible  re-crearla  de forma sana y humana, liberándose de los temores de volver a vivir aquello que se guardó en la memoria como doloroso.
Cuando logramos reconstruir  nuestra historia buscando los beneficios de todo lo vivido ya no existen temores a volver a vivir algo como doloroso, confiamos y nos sentimos flexibles, permeables y fuertes fluyendo con lo que la vida nos vaya presentando, percibiéndolo de forma sana y creativa, transformando todo en ideal y creando la felicidad con todo, por todo y a pesar de todo.

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