sábado, 30 de noviembre de 2013

EL PODER DEL CONTACTO– Rolando Toro Araneda

El creador de la Biodanza explica cómo la cultura nos enferma de miedo y fobia social, y sostiene que la evolución es hacia un ser humano con mayor capacidad de amar.
“Todo el mundo habla de que le gustaría amar y ser amado, de que le gustaría vivir en paz y seguridad. Pero, vivimos en una cultura que olvidamos cómo relacionarnos desde la ternura y ser profundamente afectivos, no sólo hacia una persona determinada, sino que hacia todas las que nos rodean. Sea en el trabajo, entre los amigos o en la familia. Sucede que las personas son descartables, son usadas y no existe dentro de la escala de vínculos una altura de las relaciones, una poética de la reunión”, dice Rolando Toro, el creador de la Biodanza, y sigue: “En nuestro mundo se han lanzado bombas atómicas, sucedió el holocausto y las guerras continúan, el odio, la competitividad, la violencia urbana, intrafamiliar e intraescolar, el terrorismo. La destrucción del medio ambiente es un escándalo intelectual, económico y contra la vida. En la guerra, millones de niños son lanzados a morir y a matar. Es una de las enfermedades más grandes inimaginables. En ese sentido, la psiquiatría ha errado en su clasificación de las enfermedades, porque supone que las más graves son la esquizofrenia, la paranoia o la depresión. Pero un loco, delirando que es Napoleón o elegido de Cristo, no le hace mal a nadie. En cambio, los que organizan invasiones, los que construyen las armas, los que usan mecanismos económicos que empobrecen a los más pobres… ¡Esos son los más enfermos! Hablo de dictadores, asesinos de pueblos que son la decadencia más absoluta. Llevamos más de cien años de psicoterapia y el mundo sigue peor, porque el mundo está gobernado por un imperio de los psicópatas. ¡Grandes líderes mundiales gravemente enfermos! La raíz del mal está en la disociación de inteligencia y afectividad. La inteligencia debería usarse para que el mundo fuera maravilloso y estuviéramos todos más felices; para el amor y la creación”.
-¿Y cuándo está la inteligencia al servicio del amor?
-Cuando tenemos  experiencias de afecto, de respeto, de camaradería. Toda persona en lo profundo desea contacto: está ansiosa de amor, innovación, alegría de vivir. Pero se tiene que modificar su mentalidad a través de la educación biocéntrica.
Yo propongo no sólo un discurso, sino una metodología: la Biodanza. Hay que practicar vivencias de encuentro, admitiendo al otro tal como es, permitiendo que nos toque en lo profundo. Reconociendo que merecemos ser acunados, que nos abracen, o permitirnos llorar, reír, celebrar. Porque toda existencia humana se organiza en torno al amor, como conciencia de estar vivo y ser significativo para alguien.
-¿Uno se sana con el otro?
-No hay salud solitaria. Tampoco hay enfermedad solitaria, porque los seres humanos, esencialmente, no somos solos. Se habló mucho de la alteridad y la mismidad como opuestos, pero hoy se entiende que la alteridad está dentro de la mismidad. No es “tú eres tú” y “yo soy yo, guarde la distancia”. Es “yo soy tú”. Toda nuestra relación con el universo es, primero que nada, una relación con las personas.
-¿Y por qué existe la fobia social?
-Porque estamos en una cultura paranoide. Nos sentimos amenazados por el otro. Le tememos, porque tenemos registros de traición, deslealtad, agresión. Entonces, la persona tiene que ocultarse para establecer vínculos. Lo que falta en el mundo es ternura. Hay que desplegar nuevas formas de aproximación y contacto, así como el regreso a lo primordial, a la naturaleza y al amor. Sin empatía, somos fantasmas que no tienen acceso al misterio de los vínculos humanos.
-¿Habría seres humanos de distinta categoría?
-Si, pero esto no quiere decir que sea un nuevo racista. No queremos al súper hombre, queremos al súper humano con conciencia ética, capacidad de amar, crear, evolucionar hacia la grandeza y lo sagrado con lucidez, intensidad, armonía. Cada persona, de acuerdo a su biografía, tiene distintas capacidades de vincularse. Hay quienes gozan con hacer el daño, son los psicópatas. Entre ellos, hay grandes jefes de pueblos. Luego vienen los autistas que no se vinculan con las personas, sino que con los objetos. Después están los sociofóbicos que detestan estar con gente. Siguiendo, están los que utilizan a las personas, que son los individualistas. Interactúan con las personas para obtener beneficio. En un escalón superior, están quienes desarrollan su identidad en compañía con otro. Esa capacidad es maravillosa. Porque su identidad se despierta y activa sólo en presencia de otro. Las terapias solistas son tranquilizadoras pero no hay crecimiento. Después vienen aquellos seres empáticos o que pueden ponerse en el lugar del otro. En un nivel superior, está la capacidad de conectarse con lo sagrado propio y lo sagrado del otro y estar en una comunión.

-¿Y cómo aprender a ser súper humanos?
-Con música, danza y caricias podemos descubrir un mundo diferente, donde nuestros sueños serán posibles, de belleza creándose a sí misma en el corazón de cada cual. Con el genio de sentirnos plenamente vivos. Las personas tienen que aprender a comunicarse, a abrazarse, a mirarse a los ojos, a hacer rondas, a celebrar. Tienen que aprender eso antes que el presente del subjuntivo, la fecha de Napoleón o las tablas de multiplicar. En educación, hay que transformar la metodología y los contenidos programáticos. No veo otra solución que cambiar la educación. Porque sino, no hay ninguna esperanza de supervivencia de la especie. Hay que transformar mecanismos psíquicos: creencias, actitudes, valores.
-¿Cómo nació la Biodanza?
-La gente dice que yo inventé la biodanza, pero en verdad la descubrí. Trabajando en antropología médica en la Escuela de Medicina, entre mis tareas,  tenía que estudiar el mundo de los enfermos mentales. Entonces vi que a los pacientes le habían quitado todo: su libertad, su capacidad para relacionarse, para tener amores, sexo, para trabajar, para crear. Es decir, los habían enterrado en vida. Y pensé hacer una fiesta para esta gente tan triste. Y organicé el evento invitando a los familiares, estudiantes de medicina, enfermeras, paramédicos, algunos médicos y, por supuesto, los propios pacientes. Al entrar, ya vi un cambio: arregladitos, peinaditos, muy correctos, como si fueran normales, porque era una reunión social.  Entonces, empecé a poner músicas, invitando a la danza y descubrí que algunas músicas eran mucho mejores que otras para producir cambios. Disminuyeron los delirios y las alucinaciones, noté un aumento de la comunicación y mayor gentileza entre ellos. Entonces, empecé a seleccionar músicas que hacían bien a los enfermos y descubrí otras que les hacían mal, como las músicas tranquilizadoras que producían un efecto regresivo, que invitaban a la psicosis. Así comencé a hacer un modelo teórico. Y tuve muy buena recepción en el psiquiátrico donde todos vimos el milagro que se producía.

Enfermedades de la civilización
“El ser humano nació con miedo. Pero su evolución justamente consiste en aumentar su percepción y conciencia. Hay que dar amor, dar amor y dar amor. Y ahí te viene el amor de vuelta. Si tú estás esperando que te amen y no das amor, no pasa nada. Lo primero es aprender a vivir. El lenguaje de los gestos es arcaico. Es un conjunto evanescente de matrices arquetípicas. La sonrisa, por ejemplo, es el más antiguo reflejo psicosocial. Aparecen en el niño alrededor de los tres meses de vida… los pueblos se diferencian por la sonrisa… ¡Tantas ciudades con habitantes con rostros de animales tristes! – reflexiona Toro-. La persona que no es acariciada se deprime. Los estudios en apego lo demuestran. A veces preguntan ¿pero cómo voy a mejorar mi vida bailando con extraños? Sin embargo, es una oportunidad protegida de sanación. Es muy complicado aprender la esencia de la vida espontáneamente porque la cultura te da parámetros inhumanos: ganar plata, tener cuidado en el amor, tus proyectos tienen que ser chiquititos y, primero, tienes que ayudarte a ti mismo… no puedes tener proyectos basados en ser una ayuda para los demás. Así la vida camina y se hace cada día más mustia. Finalmente, es una existencia frustrada. El concepto de triunfo, de éxito, es totalmente falso. Y la respuesta natural es el estrés, la depresión, el desamor. Son enfermedades de la civilización”.


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