El recién nacido
sólo tiene su cerebro reptiliano grabado, transmitido por el ADN, para
sobrevivir y poco a poco va introyectando el cerebro mamífero tomando como
modelo el de los padres para poder socializarse e identificarse como miembro de
la especie.
Si hablas con tu hijo
de las consecuencias que puede tener para él y para todos una conducta que no te
gusta, en lugar de criticarle y castigarle, aprenderá a amarse y por su propio
interés irá transformando las conductas por las consecuencias que prefiera
evitar, fomentando así el espíritu de la cooperación porque sentirá que contribuye al bienestar de todos.
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