Era mi sueño
infantil, aprender a montar en bicicleta, no aspiraba a tenerla porque sabía
que mis padres no tenían dinero para eso, pero si soñaba con aprender a montar,
por si algún día alguien me la prestaba.
A mi vecino, los reyes magos le habían traído una bicicleta y yo fui poco a poco haciéndole creer que yo sabía montar y me la prestó para comprobarlo. Me subí en ella y me lance por una cuesta abajo como una auténtica profesional sin saber siquiera cómo se frenaba y claro, el golpe fue morrocotudo. Fue tanta la vergüenza que sentí que no me dolía nada, me levanté rápido y salí corriendo hacia mi casa sin mirar para atrás.
Lo peor llegó después, cuando mi madre descubrió mis heridas me preguntó ¿Qué te ha pasado? Y cómo era habitual tuve que inventar una historia que no despertará su furia y le conté que yo estaba jugando al escondite con mi amiga Rosalía y de repente apareció una bicicleta, me atropelló y cuando me di cuenta había desaparecido y que una mujer que estaba por allí me dijo que fue un chico que iba a mucha velocidad y que se fue por la primera bocacalle. Mi madre se tragó la historia como casi siempre, me curó las heridas con todo su cariño y me sermoneo para que estuviera más atenta cuando estaba jugando en la calle, como acostumbraba a hacer siempre que tenía algún percance.
22-9-2022 Manuela Álvaro Alonso
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