La
vejez llega cuando se acaba la curiosidad por descubrir lo que todavía no sabemos,
que nos lleva a perder la capacidad de
asombrarnos y de observar lo que nos asombra, para poder seguir
construyendo nuevos aprendizajes desplegando la creatividad, dando así sentido
a la vida.
Si
perdemos la curiosidad, desaparece la
apertura a las infinitas posibilidades que tenemos de crear percepciones, pensamientos,
sentimientos y respuestas nuevas ante las situaciones que la vida nos va
presentando, perdiendo así la alegría de
vivir, y empezaremos a sentir que ya estamos viejos, que ya sólo nos queda
esperar la muerte, porque la vida deja de tener sentido.
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