En cierta ocasión durante un
seminario sobre el amor incondicional me
preguntaron:
- ¿Te hace feliz tu pareja?
¿Verdaderamente te hace feliz?
- No... No me hace feliz
¡Yo soy feliz! ... El que yo
sea feliz o no, sólo depende de mí. Yo
soy la única persona, de quien depende, mi felicidad. Yo tengo la capacidad de crear mi felicidad en cada situación que me toque vivir y en cada momento de mi vida, si descubro cómo
puedo percibir lo que sucede de forma sana. Si sintiera que mi felicidad
depende de lo que haga otra persona o de lo que la vida me traiga, el temor no
me permitiría ser feliz nunca. Me sentiría siempre al borde del abismo.
Es mejor entender que la vida siempre me trata bien. Me ofrece momentos para disfrutar y lo hago, sintiendo la gratitud por el regalo y otros para desarrollar mi infinito potencial creativo de afrontamiento, percibiendo de forma sana lo que sucede y descubriendo respuestas sanas y eficaces.
La vida está en continua transformación, en
continuo movimiento. Nada es estático, todo es dinámico. Por eso el ser humano tiene la capacidad de
vivir con todo y sin nada, gracias a la infinita plasticidad y creatividad de la que dispone el cerebro
humano. A través de toda mi vida y
observando a los niños, he descubierto que
como ser humano dispongo de un infinito potencial creativo de afrontamiento
para percibir lo que sucede de forma sana, transformando en ideal lo que a primera
vista no lo parece, para que la felicidad anide siempre dentro de mí.
Me enseñaron que no puedo ser
feliz... porque estoy enferma, porque no tengo dinero, porque no tengo trabajo,
porque alguien se murió, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien me
trató mal, etc. Y lo que yo descubrí es que puedo crear mi felicidad con todo,
por todo y a pesar de todo lo que me suceda cada día, descubriendo dentro de mi
las semillas de la gratitud, la compasión y el amor incondicional.
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