Porque cuando
convivimos esperamos que el otro haga en cada momento lo que nosotros creemos
que debe de hacer y cada vez que eso no es así, quedamos afectados, sintiendo
frustración o miedo.
Todos queremos que
nos amen como aprendimos para sentirnos
queridos, y empezamos a exigírselo a la persona con la que convivimos.
Nadie puede amar de
una manera diferente a cómo su cerebro le ordena en cada momento, aunque en no
pocos casos deseemos hacerlo, aunque solo sea por evitar males mayores.
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