Ante
la ausencia de políticas de igualdad dirigidas a los hombres, y en vista de que
el número de muertes por violencia de género no desciende, me lancé a elaborar
este proyecto, con el objetivo de que hombres y mujeres puedan entender que el
maltrato es producto de una búsqueda de atención, desde el inconsciente,
compulsiva, tóxica y fuertemente adictiva, convirtiendo a las dos personas en
víctimas y verdugos de ellas mismas. Una vez que comprendan qué es lo que
sucede, el origen y la perpetuación del maltrato, les será más fácil
reconocerse como maltratador@s o maltratad@s.
LA ERRADICACIÓN DE LA VIOLENCIA ES POSIBLE
Repasando
la historia:
ü Culturalmente,
viene transmitida desde muy atrás la creencia de que los hombres no lloran, por
tanto, aprendieron a transformar la tristeza
y el miedo en ira, que sí estaba permitido manifestar y era valorada
positivamente en un hombre. Esto explica que parezca que los hombres siempre
están contentos o enfadados, porque la alegría y la ira son las dos emociones
que pueden mostrar, y a veces incluso
sentir.
ü Venimos
de una sociedad jerarquizada en todos los ámbitos sociales, donde la autoridad daba
órdenes y el resto obedecía por métodos represivos (castigos, amenazas, etc.).
Los que mandaban, atendían exigiendo obediencia y reconociendo este valor, y el
resto devolvía la atención, obedeciendo o rebelándose. Era una forma sana de
atendernos, necesidad básica psíquica que tenemos los seres humanos. Era una
sociedad represora, pero no violenta, porque sólo ejercía la violencia la
autoridad, con fines represores de las conductas no deseadas, sin dar tiempo a
que se convirtiera en fuente de atención tóxica. Por el contrario, había
grandes dosis de atención sana.
ü Desde
hace 40 años la sociedad se ha ido democratizando en todos los ámbitos sociales,
hasta llegar a la actualidad, donde no existe la autoridad en ningún ámbito las
relaciones humanas han dejado de ser jerárquicas para ser horizontales. Sin
embargo, siguen vigentes los métodos represivos que funcionaban en la sociedad
jerarquizada, que conducen a la no obediencia, porque se convierten en fuentes
de atención asegurada en el inconsciente. Está fuente de atención es muy tóxica,
generando adicción y presentando conductas compulsivas que el propio individuo
no quiere, pero que por ser compulsivas, están fuera de su control y no sabe
como evitarlas. Por otro lado, debido al tiempo que perdemos dando atención
tóxica, apenas percibimos las conductas que nos agradan.
ü La
televisión continuamente ofrece modelos de relación en las que sólo se atienden
las conductas que no se aprueban, con mucha violencia. Y a su vez, los sucesos
violentos reciben una gran atención en todos los medios de comunicación porque
son los que más venden, es decir, es lo que mayor interés despierta en el público.
Las
mujeres tienen serías dificultades para reconocerse como maltratadoras, y si lo
hacen, al igual que los hombres maltratadores, viven los hechos violentos en la
más absoluta soledad, pues se sienten avergonzad@s, y tampoco saben cómo evitar
estas situaciones. Se trata de una adicción más, y como conducta compulsiva la
escucho y la entiendo en mis pacientes.
Mi
propuesta muestra que erradicar la
violencia es posible. ¿Cómo podríamos erradicar las conductas violentas,
ayudando, en lugar de reprimiendo, invitando a pensar sobre lo que podemos
hacer, partiendo de nuestra realidad? Todos, mientras fuimos niñ@s y adolescentes,
ante una mala conducta fuimos corregidos con regañinas, castigos y amenazas por
nuestr@s progenitor@s y educador@s, y así aprendimos a sentirnos importantes
para ell@s, porque nos atendían.
La
persona que maltrata es la primera víctima de su conducta compulsiva inconsciente
de “tratar mal”, buscando la atención de la persona maltratada. Ella no quiere
maltratar a quién ama, pero el inconsciente le arrastra a buscar atención por
su mala conducta.
¿Qué
puede hacer la persona que recibe el maltrato? No atender esa conducta, ni con
la mirada, ni con la palabra, así no da paso a la segunda intervención
compulsiva de la persona maltratadora, y además facilitará que ésta vaya
remitiendo poco a poco, por falta de atención. Si solicita perdón quien maltrata,
la persona maltratada no debe reconocer la mala conducta que tiene que ser
perdonada, para que sea él/ella quien tenga que elaborar su propio perdón. Al
tomar conciencia de dicha conducta, entenderá que es víctima de ella. Por el
contrario, la persona maltratada deberá atender con mucho cariño y entrega
todas las buenas conductas que reciba, para que sigan repitiéndose. Cuando
quiera transmitir información o solicitud, deberá hacerlo en estado sereno de
forma breve, clara y concisa, y no atender las respuestas, si no son de su
agrado.
¿Qué
puede hacer la persona maltratadora? Debe tomar conciencia de que es víctima de
conductas compulsivas que no quiere para obtener atención, y como la consigue,
está condenado a perpetuar dichas conductas compulsivas inconscientes. Cuando
esto se produce, reconoce que es víctima de su inconsciente, y poco a poco van
remitiendo las conductas compulsivas, hablando del proceso que va viviendo.
Tengo
experiencias en mi tarea como Educadora Terapéutica-Experiencial
que constatan el éxito de estos comportamientos que presento. Cuando acompaño a
la persona que recibe malos tratos de alguien que ama, y aprende a dejar de
atender estas conductas y a atender con mucho amor todas las conductas que desea
que se repitan, los episodios de malos tratos se van espaciando y bajando de
intensidad hasta que desaparecen. Si por el contrario, la persona a la que
acompaño es la que tiene comportamientos violentos, a medida que me va contando
cómo se repiten los pasos, cómo ella lanza inconscientemente el primer estímulo
provocador buscando pelea (subido al ring y con los guantes puestos) y la otra
persona responde en actitud de defensa (sube al ring sin guantes), observa cómo
ya la cascada de violencia está desatada. Es entonces cuando va tomando
conciencia de que está en su mano descubrir en qué momento se dispara el primer
estímulo inconsciente, para entenderlo y que pase al consciente, y así no estar
más en manos de quién atiende sus conductas violentas y le condena a
perpetuarlas.
De
mi experiencia personal y profesional he descubierto que la persona que
maltrata no siempre fue maltratada, aunque recibió un modelo muy represivo con
las conductas no deseadas. En cambio, las personas que atienden y perpetúan
relaciones con personas violentas, siempre entendieron los malos tratos como la
manifestación del amor y lo importante que era para alguno de sus progenitores.
Así, el último comportamiento compulsivo inconsciente buscando la atención
tóxica a la que una persona puede ser adicta es el asesinato y el suicidio,
hechos que por desgracia son cada día más habituales.
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