Todos venimos de relaciones humanas (familia, pareja, trabajo, amigos)
que se basaban en la jerarquía (cerebro
mamífero), y los valores principales eran la autoridad, los deberes, las
ordenes, premios y castigos, y la obediencia. Sin embargo, en la
actualidad, todas las relaciones son horizontales
(cerebro humano), y se sustentan en la cooperación,
la humildad, la gratitud, la compasión y la afectividad.
Cada vez que tenemos una experiencia con alguien de la que salimos con
malestar, tenemos la oportunidad de descubrir en qué cerebro estábamos,
observando la percepción que tuvimos del comportamiento del otro y cómo lo
afrontamos. Desplegando el infinito potencial creativo, podemos descubrir si
estábamos en el reptiliano o en el mamífero que son los dos únicos que producen
malestar y sólo después de este descubrimiento podremos crear desde el cerebro
humano una percepción sana y una respuesta eficaz, para guardarlo así en la
memoria sin el miedo a volver a vivir situaciones similares.
Si guardamos en la memoria las experiencias vividas como dolorosas, de
la misma forma que las vivimos, quedarán
alarmas en nuestro cerebro que nos llevarán a querer evitar vivirlas de
nuevo y esto condicionará todas nuestras percepciones, repitiendo formas de
afrontar que nos produzcan mucho malestar.
Sólo re-creando las situaciones vividas como dolorosas, transformándolas
en reveladoras, conseguiremos no temer volver a vivir situaciones
similares porque podremos percibirlas y
afrontarlas de forma sana y eficaz, recuperando la confianza en la vida, en los
otros y en nosotros mismos que perdimos a través de las alarmas por todo lo
vivido y guardado como doloroso.
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