El infinito potencial creativo de
la naturaleza humana nos dota de la infinitud y la divinidad humana que algunos
ven reflejados en Dios o en la Naturaleza.
Si en la Naturaleza todo es
perfecto y todo tiene su sentido, el ser humano que forma parte de ella como el
resto de los seres vivos, también es perfecto y todo lo que vive tiene su
sentido. La creatividad nos lo puede ir mostrando haciéndonos infinitos y
divinos.
Todo lo que vemos fuera de
nosotros es el reflejo de lo que está dentro. Todo lo que está dentro sólo lo
podemos ver mirando todo lo que está fuera, porque nos puede hacer de espejo.
Un cristal se
convierte en un espejo cuando lo tintamos para impedir que podamos ver lo que
hay detrás y así pueda reflejarse lo que
está delante. Aunque podamos imaginar o intuir lo que hay detrás del espejo
nunca lo podremos observar.
Esto explica
que siempre hayamos querido cambiar al otro, porque intuitivamente sabíamos que
si conseguíamos ver al otro diferente
íbamos a sentirnos mejor. Ahora podemos entender que para ver siempre la bondad del otro, no necesitamos que él cambie, sino que nuestra
percepción de él se transforme, de una tóxica que nos transmitieron y que nos
genera malestar, en una sana que nos genere bienestar, desarrollando nuestra
humanidad.
Cada vez que
elucubramos o nos imaginamos lo que está sintiendo o pensando el otro para
entender sus conductas y elaborar una respuesta condicionada, tenemos la
oportunidad de darnos cuenta de que todo lo que imaginamos en el otro es el
reflejo de lo que sucede en nuestro interior y con todos esos datos nuestros, que podemos ver sólo a través del otro,
podemos empezar a preguntarnos para entendernos y a escucharnos para
descubrirnos que inicia el proceso de podernos amar incondicionalmente, creando así, poco a
poco, el vínculo de la pertenencia con nosotros mismos que nos permitirá
sentirnos libres para amarnos incondicionalmente, descubriendo nuestra perfección a través de la perfección de los
otros.
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