Todos los seres humanos tenemos la tendencia innata a cooperar desde nuestra creatividad, para desarrollar el gen altruista, por esto cuando nos relacionamos desde el espíritu de cooperación no necesitamos recompensa, ni reconocimiento. La satisfacción está simplemente en cooperar si tienen la oportunidad de hacerlo.
En cambio, cuando nos relacionamos desde el cerebro mamífero, desde la creencia de que debemos colaborar por el bien común, necesitamos recompensa cada vez que colaboramos y si no es así entramos en frustración porque nadie nos da las gracias u otro tipo de reconocimiento.
El mercantilismo del cerebro mamífero dice que es necesario dar para recibir algo a cambio y si no recibes debes dejar de dar, para que no te utilicen. De aquí, el dicho “manos que no dais que esperáis”.
Con la TERAPIA EDUCATIVA-EXPERIENCIAL DE ESCUCHA en Atención Individualizada, las personas mientras hablan de sus propias experiencias, van descubriendo que fueron adiestradas para colaborar como inversión, asegurándose así la aprobación de los otros, y que a su vez necesitan que todos colaboren para poderlos querer, y si no es así aprendieron a rechazarlos como castigo a su mal comportamiento. Cuando empiezan a descubrir que pueden cooperar simplemente por la satisfacción que sienten, dejan de necesitar el reconocimiento, ni la recompensa de nadie y a su vez se liberan de la necesidad de que los otros colaboren, entendiendo que si no lo hacen, se pierden la oportunidad de desarrollar su gen altruista. Es un proceso.
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